domingo, 22 de febrero de 2015

El reflejo

Henri Cartier-Bresson: Place de l’Europe, 1932
Con cada paso te pegas  a los pies, sincrónico como los mimos, asquerosamente perfecto. No como esos mimos de cara engrasada en blanco que tardan unas décimas de segundo en reaccionar e imitar los movimientos. Fuiste perspicaz cuando decidiste no mostrar tu rostro para no ser reconocido, ello te convirtió en el mejor de los espías del que nadie sospecharía.  Da igual lo mucho que salte o corra; siempre me persigues y vuelves a aparecer. Cuando creo que me he desprendido de ti, sólo es necesario un pequeño giro para volverme a topar con tu infame presencia. Ruin donde los haya. No emerges y te enfrentas cara a cara, sino que te quedas en la retaguardia protegido bajo la superficie de los charcos de agua; donde mis manos no pueden alcanzarte sin ser destrozadas en añicos por el asfalto. Pusilánime parásito.

2 comentarios:

  1. Hay cierta rabia en tu texto... Creo que en "pusilánime parásito" está la mayor parte de ella jaja

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    1. Y no me preguntes cómo llegó esa mezcla de palabras a mi cabeza, porque no lo sé. Inspiración divina, supongo, jejeje.

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