martes, 7 de diciembre de 2010

El mapa del tesoro


El abuelo siempre está con las batallitas a cuestas, recuerda tan bien lo acontecido hace 50 años, pero tan débilmente lo que ha hecho hace 10 min que me pregunto si sus neuronas habrán decidido adaptarse al mundo actual e independizarse totalmente de la realidad, requisito de este nuevo milenio. Quizá no sea eso, sino una nueva forma de evadirse de nuestros tiempos modernos, tal vez haya decidido no prestar atención.
Y es que siempre anda con lo mismo, el Madrid de los años 40. ¿Tanto encanto tenían sus calles que son tan dignas de recuerdo? ¿Sus viandantes serían tan especialmente curiosos que necesitan aparecer en el presente? ¿O acaso sería la culpa de los sonidos y luces que las inundaban? Supongo que las sensaciones que emanaban de ellas era lo que les hacía diferentes. El elegir el destino sin prisa alguna, poder decantarse entre izquierda o derecha dándose el placer de poder perderse, corregir y volver al trayecto sin ninguna clase de preocupación, pues su elección había sido la correcta independientemente del punto al que llegara. Disfrutaba con cada paso que daba pues una nueva perspectiva del Madrid de la época observaría; con cada pensamiento de no sé dónde estoy, una nueva persona aguardaría a ser preguntada, y ésta de ser conocida. Aprendería. La tranquilidad era el denominador común en este mar de dudas geográficas.
Y bien, qué tenemos de tranquilidad en la actualidad. Prácticamente llevamos nuestra vida en los teléfonos móviles, llevamos el mundo en ellos, una ojeada al mapa en internet y listo; ni un segundo de incertidumbre he de permitirme. Como tengo poco tiempo, saldré con menos anticipación, pues total ya me encontraré a Ana que me guiará al lugar en cuestión. Y esto termina en un gran desconcierto e inseguridad, en miedo por avanzar por nosotros mismos. ¿Por qué no nos damos el placer de poner nuestros cinco sentidos en acción y prestar atención? ¿Por qué no por una vez en nuestras vidas intentamos hacer algo sin depender completamente de lo que el guía de turno/medios electrónicos nos dicten? ¿Por qué no consentimos la posibilidad de perdernos durante unos minutos?
¿Ninguna vez lo has hecho? Pues deberías probarlo. Prueba a quedarte alelado en una conversación con alguien, dejándote llevar por aquello que a tus pies decidan. Prueba a despertar de ese fabuloso espejismo real, prueba a saber volver al punto inicial. Prueba a ir sólo y descubrir lo que eres capaz de hacer sin necesidad de un plano en la cabeza, prueba a inmiscuirte por cada esquina, descubre el mundo con tus cinco sentidos, aprende, déjate llevar.
No me extraña que el abuelo mire hacia otro lado…