domingo, 28 de junio de 2009

El que calla, otorga



-Te he encontrado un marido rico, ¿ qué te parece?- inquirió Sultán. Sonya bajó la mirada. Contestar hubiera significado quebrantar las normas: una chica no debe nunca opinar sobre un pretendiente.
[...]
La joven estaba petrificada de terror. No quería casarse con ese hombre, pero sabía que tenía que obedecer a sus padres. Subiría varios peldaños en la sociedad afgana, y el alto precio pagado por ella resolvería gran parte de los problemas de su familia. El dinero que recibieran los padres ayudaría a comprar esposas apropiadas para los hermanos. Sonya guardó silencio sellando de este modo su propio destino.
Artículo 1.–Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 19.–Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
¿Cómo puede haber lugares en el mundo en los que todavía se consientan estas cosas en los tiempos que corren? Eso es lo que habrá usted pensado al leer este fragmento.
Sin embargo, nada más allá de la realidad. Los países occidentales, libres de regímenes dictatoriales, proclamamos a los cuatro vientos nuestra libertad, nuestra capacidad de emitir juicios sin que seamos juzgados por ellos, el derecho a elegir exentos de temores por posibles represalias..., pero no somos más que otro Sultán, que otra Sonya. Con el tiempo nos hemos convertido en fantoches, en esperpentos de hombres libres, hombres que se creen libres y que están muy alejados de llegar a serlo.
Sólo hay que echar un vistazo, la libertad con la que nacemos la vamos deformando hasta convertirla en un mero fantasma del cual poder presumir. Muchos hombres y mujeres como Simone de Beauvoir, Mariana Pineda, Luther King, Gandhi... murieron en su afán por conseguir un mundo mejor y más justo en el que cupiesen todos los derechos que en la actualidad “disponemos” y que nosotros tiramos por tierra ahora. Sin duda alguna, es nuestra culpa. Los ilusionistas más poderosos del planeta, las grandes multinacionales, nos han ilusionado, aprovechándose de nuestra ignorancia o “inocencia” para conducirnos a trenes cuyo destino es la muerte del pensamiento. Son los ilusionistas quienes con sus trucos de magia difuminan la realidad. ¿Qué es lo real y qué lo fantástico? El hombre libre será aquel que sepa despertar de este sueño, ser responsable y saber distinguir de lo aparentemente ambiguo.
Y es que el hombre occidental vive en un profundo sueño, los anuncios televisivos golpean sus sentidos, dirigiéndole a un consumo convulsivo, en un mercado en el que las grandes marcas son las que se imponen, aplastando a los pequeños comerciantes que tienen que cerrar sus negocios. De esta forma, la diversidad, las posibilidades de cara al consumidor disminuyen; vaya donde vaya se encontrará siempre con el mismo producto, lo único que cambiará será la cara del encantador que se disponga vendérselo. Por otra parte, se ha experimentado un gran desarrollo después de la II Guerra Mundial de la mano de instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio, los tratados de libre comercio como el NAFTA y el MERCOSUR o agrupaciones de Estados como la Unión Europea. Sus mayores críticas provienen del hecho de que favorecen el libre mercado para los países ricos, pero imponen el proteccionismo frente a los países pobres, sometidos a muy duras condiciones económicas, ambientales y sociales. Creo que seamos seres humanos, seres racionales y no hormigas; por ello, el instrumento que nos ayudará a plantar cara, a quitarnos la venda de los ojos es nuestro propio raciocinio.
Fin que roza la imposibilidad, ya que éste el verdadero fin de los encantadores, la desaparición de la inteligencia. Por una parte, la basura propagandística en primer lugar “se pone en su lugar” porque nadie mejor que usted sabe lo que le conviene; en segundo lugar, le hacen oír lo que le gustaría escuchar, y para finalizar, le someten a la inferioridad en caso de no llegar a comprarlo. ¡Cómo va a dejar pasar esa ocasión si es la oportunidad para parecer más interesante, más guay o para ser más eficiente en su trabajo! Pero lo más preocupante no es que los que han sido encantados corran al fantasmagórico hogar del consumo convulsivo, sino que, sinuosamente los ilusionistas van absorbiendo p o c o a p o c o , s o r b o a s o r b o su juicio, a la vez que como espectros demoníacos traspasan a su interior implantando una enfermiza ideología represora. De esta forma, los supervivientes rehúsan expresar públicamente su opinión, ya que la errónea interpretación puede llevar a comportamientos miméticos o de imitación, tal y como señala Bandura (1968) con la finalidad de conjurar los efectos de la exclusión social que podría conllevar el no compartir los discernimientos de la mayoría; ya que como dijo Lazarsfeld (1968) “nadie quiere sentirse aislado”; llegando al extremo de que la opinión de la minoría se convierte en un reflejo de las opiniones de las masas, las cuales provienen en último término de los ilusionistas, los capitalistas que habían alienado a las masas. Esto es una espiral del silencio tal y como manifestó Noelle-Neumann (1995), pues “cuando alguien considera que los demás le están dando la espalda, sufre tanto que se le puede girar o manipular tan fácilmente por medio de su propia sensibilidad, como si fuera una brida” de forma que el miedo al aislamiento pone en marcha la espiral del silencio. Además, esta idea no sólo se encuentra en este contemporáneo, sino que también en Historia de la Revolución Francesa de Tocqueville, en Rousseau, Maquiavelo, Hume...
Es más, el verdugo también realiza su acción opresora en lo que se conoce como “telerrealidad”. No hay nada más que ver las cifras. En España la “telebasura” o “trash TV” irrumpió en nuestras casas el 23 de abril del 2000 con un reality-concurso, psicodrama, watercooler o como quieran llamarlo: Gran Hermano, cuya final fue seguida por más de 9.105.000 alienados, con un 70.8% de la cuota de pantalla; programa calificado con pésimas críticas de los supervivientes. Se caracteriza fundamentalmente por la degradación de los contenidos y del lenguaje televisivo, que origina en el receptor un claro alejamiento de lo que debería tener la televisión en cuanto a su mensaje educativo y cultural, pues son los ilusionistas quienes están en el trasfondo de este tipo de programas, ya que son ellos quienes además de estar detrás de la bazofia publicitaria de la pequeña pantalla y de otros medios de comunicación, se encargan a su vez de financiarlos; dando una imagen de la vida y de la realidad totalmente ausente de toda perspectiva ética, aparte de colocar al televidente en una situación de ficción que, poca relación tiene que ver con la realidad. De esta forma se produce la alienación de los televidentes inconscientemente con la vuelta a la represión, a la espiral del silencio; los ilusionistas llevan a cabo la labor que al parecer mejor se les da. Este fenómeno se inserta plenamente en la “evolución” de gustos, comportamientos y costumbres señalando un cambio social de carácter negativo y retrógrado. Mientras que los programas de interés cultural y científico en las cadenas públicas nacionales alcanzan cifras del 24.81%, en las cadenas privadas no llegan ni siquiera al 1.3%. Sin embargo, un 3.3% de la programación diaria de las cadenas públicas son programas de corazón, mientras que en las privadas la cifra se eleva hasta alcanzar el 22.5%. Teniendo en cuenta que la telebasura engloba otros tipos de programas, ésta puede llegar a alcanzar niveles desorbitados. ¡Hasta la mitad de la programación diaria de las cadenas privadas se encuadra dentro de la “Trash TV”!(51.85%). Por otra parte, la mayoría de las series se programan a las diez de la noche, de lunes a jueves, con una duración media de una hora a la que hay que sumar cerca de 30 minutos de publicidad; así que imaginémonos el poder que los ilusionistas tienen en sus manos.
La soberana democracia sufrirá una metamorfosis a medida que el influjo de los encantadores sea mayor sobre la sociedad; en cuyo puesto se establecerá una oligarquía gobernada por los ilusionistas; incluso régimen totalitario, pues el capitalismo supone el empobrecimiento de los hunos y el enriquecimiento de los hotros.
Por todo ello, es necesario que salgamos de este profundo sueño en el que nos encontramos inmersos, tenemos que despertar, hay que escapar del mundo de las sombras porque si no, los hombres se convertirán en presos de sí mismos.

El que calla, otorga.





Silencio...

sábado, 27 de junio de 2009

Tiempo

"Sé que de todos los problemas, ninguno lo inquietó y lo trabajó como el abismal problema del tiempo. Ahora bien, ése es el único problema que no figura en las páginas del Jatdín. Ni siquiera usa la palabra que quiere decir tiempo. ¿Cómo se explica usted esa voluntaria omisión?
Propuse varias soluciones; todas, insuficientes. Las discutimos; al fin, Stephen Albert me dijo:
—En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez ¿cuál es la única palabra prohibida?
Refelxioné un momento y repuse:
—La palabra ajedrez.
—Precisamente -dijo Albert-, El jardín de los senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el espacio; esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre. Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes, es quizá el modo más enfático de indicarla. Es el modo tortuoso que prefirió, en cadda uno de los meandros de su infatigable novela, el oblicuo Ts'ui Pên. He confrontado centenares de manuscritos, he corregido los errores que la negligencia de los copistas ha introducido, he conjeturado el plan de ese caos, he restablecido, he creído restablecer, el orden primordial, he traducido la obra entera: me consta que no emplea una sola vez la palabra tiempo. La explicación es obvia:El jardín de los senderos que se bifurcan es una imágen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts'ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas la posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravezar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.
—En todos —articulé no sin un temblor— yo agradezco y venero su recreación del jardín de Ts'ui Pên.
—No en todos -murmuró con una sonrisa-. El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros. En uno de ellos soy su enemigo.
Volví a sentir esa pululación de que hablé. Me pareció que el húmedo jardín que rodeaba la casa estaba saturado hasta lo infinito de invisbles personas. Esas personas eran Albert y yo, secretos, atareados y multiformes en otras dimensiones de tiempo. Alcé los ojos y la tenue pesadilla se disipó. En el amarillo y negro jardín había un solo hombre; pero ese hombre era fuerte como una estatua, pero ese hombre avanzaba por el sendero y era el capitán Richard Madden.
—El porvenir ya existe —respondí—, pero yo soy su amigo. ¿Puedo examinar de nuevo la carta?"

El jardín de los senderos que se bifurcan( Jorge Luis Borges)

Sin Ti De Sin Razones


Ser, estar, parecer....sí, ¿y qué?Meras palabras que no indican nada, sólo indican lo que a tu ser es, lo que parece que yace, lo que parece y no es, lo que ese día fue y ya no es, el recuerdo en tu memoria de lo que un suspiro duró, lo que ese silencio ausente abarcó. Palabras. Silencios. Silencios que son palabras, frases, una biografía quizá, quién sabe. En realidad, sólo tú lo sabes...tú sabes lo que quieres ver, interpretar, saber, mientras que tus huidizos ojos buscan entre estas palabras eso, eso que parecía, eso que sucedió, eso que ahora sí es. Todo lo es, nada que no puede no ser. Sin ti de sin razones.