jueves, 1 de marzo de 2012

Habitantes del tren.



Cuando la mañana remolona tiene pereza de levantar, Eva aguarda inquieta a esa primera hora del día cuando la penumbra permanece sobre el asfalto eclipsando la luz de las farolas. Porque es en esa hora cuando los movimientos se ralentizan, permitiéndole conocer a los habitantes del tren. Y entonces el ritual comienza.
El primero en aparecer es el trentañero desaliñado y su singular gusto a los pantalones de pana, su larga bufanda colgando por el cuello y sus pasos casi silenciosos. Se sienta y no aparta la mirada de su interesante novela. Ah, y ahora llegan esos otros pasos más fuertes. Cuando no se oyen sus pasos, se oyen sus gritos al aire silencioso clamando justicia en asuntos políticos o contando su vida y milagros. Supongo que ella se toma más confianzas con esos habitantes que cada día son más sus vecinos. Más inocentes son los pasos de la chica que viste de rosa: gafas, abrigo, ropa, monedero, paraguas, funda de móvil....todo es rosa en su vida. Aparece el grupito de estudiantes de ingeniería y el chico misterioso que se dedica a escribir. Mientras tanto, Eva abre el periódico y va a la sección dedicada a las cartas de los lectores. Para la siguiente parada, le habrá dado tiempo a llegar al final. En ese momento, se sube su amigo Jorge, con el cual se dedica a fantasear con la lectura del horóscopo.
-Nunca me acuerdo de tu signo del zodíaco, Jorge.
-Capricornio...
-¡Cierto!Bueno, pues estás como una cabra, así que me acordaré. "No sería mala idea que valoraras la idea de pedirte un día de vacaciones". Yo lo veo claro, es nuestro día de viajar hasta Parla.

3 minutos más tarde se sube el matrimonio al borde del divorcio. Ella con abrigo de pieles, él con una vulgar mochila. Su conversación más interesante: a qué hora van a ir a recoger a los niños al colegio. Más animada es la de las amigas de unos 40 años, que se dedican a parlotear acerca de los cotilleos del trabajo, o de las trastadas de sus hijos.

(Próxima parada, Nuevos Ministerios).

El ejecutivo de la bici se baja, también lo hace el chico misterioso o el grupo de estudiantes. Llega el eterno transbordo del metro con sus caminos rodantes y la marabunda de gente que desfila con rapidez sobre ellos. Ya parece que se va oyendo al violinista. La suite no3 de Bach se va haciendo espacio entre las blancas paredes apagando el ruido mecánico de la gente al andar, del craqueteo de las escaleras mecánicas. Al final del pasillo, no hay más que opción que izquierda o derecha.
Eva toma su camino diciendo hasta mañana a todos ellos.

3 comentarios:

  1. Historias del tren... cuántas cosas pueden pasar!! xD

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  2. Cuando vivía en Madrid, una noche, hacia las diez, que volvía del trabajo, harto y cansado, se subió en el vagón una chica con acento argentino a representar un monólogo sobre unas corbatas.
    El tren estaba medio vacío y yo me puse los auriculares como un maleducado para pasar de todo. Hay días que me acuerdo, como hoy, y me arrepiento de no haber sido un poco más amable.

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  3. A Inés, ésta y muchas historias más.
    A Javier Ancín, todos hacemos esas cosas. ¿Un mal día, desgana de escuchar a la gente? Quien sabe. Yo ahora voy buscando vendedores de linternillas a los que comprarles una, después de pasar de ellos solemnemente durante días y más días.

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